Esperabas bajo una plomiza lluvia vaharada, con tu estilizado paraguas compañero; haciéndose las doce, de un día de enero, un día no cualquiera como en la selva, como en la Noche. Un mar de gotas en jolgorio nacarado se deslizaba por el hongo de tela ante tu vista, dejando apenas vislumbrar mi silueta trasponiendo la esquina de la calle oteando la Noche, rebuscando en la memoria, deseando exponer mis ligeros ataviajes ante tu mirada.
Otra mirada, ah, sí, es, sí, allí... el gesto adelantado de los dos... el reflejo lunar en el hemistiquio de cada uno de nuestros cuerpos, bañándonos, avisándonos de lo cierto... sí, es, sí allí.
Suena el reloj del Ayuntamiento, otros carrillones de segunda y un tercero del Olimpo, las doce en punto, con qué esmero hemos coincidido, un beso a tiempo, un abrazo de baile, un déjame verte, dios, déjame verte.
Como en el sueño, como en un vuelo en un bello sueño, recorremos bajo el hongo doble la cortina de agua y vaho azulado de la Noche. Y tú propones y yo propongo... y proponemos lo mismo, tan propuestos de deseo, tan expectantes, caminamos y parecemos despegar.
En una cuesta hemos dejado, no sé si tú o yo el auto, en marcha, y por ella se desliza radiante y bólido como una estrella hacia el horizonte del placer... luego, antes de salir del coche, tus manos han encontrado las mías fuera del volante... atrapadas... y tu boca se acerca a mi boca en un largo minuto, que solo es el comienzo de una eternidad de besos... que preparan el ambiente.
Y ya desvelada la piel, sobre el campo del amor, la suave agitación de tus caderas, reanima el centro de mis neuronas más groseras... y reparto besos a siniestra y a diestra de tus pechos, de tu cuello y tus andares, tú esperas, ahora te toca, dices, quieto te quedas... bueno, lo intento por fuera, que por dentro no puedo y te obedezco y siento, y aprieto mis dedos sobre los tuyos y me acerco más y mucho más sobre tus senos, sobre tu piel y tu cabello. La seda de tu vientre repaso y someto, mientras tú me tienes a tu albedrío y a tu canto... suena el momento de reír y reír juntos y coronar otro puerto en otro instante y elevarse y deslizarse dentro y venir e ir con sentimiento... y mirarte para verte y saberte feliz en el momento... y elevar el deseo y surgir abierto sobre ti y tú sobre mí y estar repletos.
Y devanarse y deshacerse en cuatro tiempos sobre la piel y sobre el lecho, dejando a conciencia la huella de este hecho, para poder vivir a lo lejos con su recuerdo, recuerdo de la Noche en dos espejos.
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