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Érase otra vez un labio que se estiraba bajo unos ojos en silencio, y trataba de alcanzar otro labio en la penumbra. Pero esa noche no estaba. Halló la noche siguiente el mismo labio en la misma osadía y la misma respuesta obtuvo. Repitió aquel apéndice bucal la misma experiencia por una tercera y una enésima vez alrededor del calendario de esos días... pero no estaba.
Y un día, descansado de su actitud, un poco ansiosa, su oído estaba atento, y oyó en el silencio ese ruido, ese ruido del mar que lleva el beso, que lleva el aire, y esta vez oyó hasta el pasado, y supo que el labio que esperaba siempre había estado... y supo que, solo, un sentido, es tuerto en el mar de los sentimientos.
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