Oyendo mi respiración, mi propia repiración, cuando espero la tuya, ando absorto sobre todos los ruidos en el descansillo del piso doce al 11. Estás ya en la puerta, pero no puedo imaginarte, como si tus palabras y tu voz fueran lo único que me va a recibir 13 metros más allá... y luego el contacto visual, la llamarada, tus ojos, yo no sé los míos, pero los tuyos, reconocidos, reconocibles, impresionables, impresionantes, tu tamaño, mi niña de diecisiete, mi niña en el barco, pero esta noche sola y abarcable, desprotegida para ser protegida... Los últimos pasos no fueron pasos, levité, corrí, floté, no recuerdo qué, y luego la pulsación de la mirada y el querer saber, la urgencia por probar la reacción de tu piel, que lo hizo real, y antes tus manos pequeñas y fuertes ya me habían tocado, ya había sentido tu contacto estrecho, caliente, esta vez sin titubeos... hasta la esperada fusión de nuestras bocas, la envoltura de tu lengua capaz de transportarme por todos mis huecos, quise gustar la miel de tus labios y de la paredes de tu boca y me llevé un molde en todo mi cuerpo...
riccardo cocciante - qui
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