textura de sueño

Sueños cautivos, sueños perdidos                                                          M. Esther Ramos Martínez

 

No he visto el día
más que a través de tu ausencia,
de tu ausencia redonda

que envuelve mi paso agitado,
mi respiración de mujer sola.
Hay días, pienso,
que están hechos para morirse
o para llorar;
días poblados de fantasmas y ecos
en los que ando sobresaltada,
pareciéndome que el pasado va a abrir la puerta
y que hoy será ayer...
tus manos, tus ojos,
tu estar conmigo,
lo que hace tan poco era tan real
y ahora tiene la misma
textura del sueño.

Gioconda Belli

un silencio vehemente

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Amo tus silencios, porque son como los míos.
Eres el único ser ante el que no me apenan mis silencios.
Tienes un silencio vehemente, uno siente que está cargado con esencias.
Es un silencio extrañamente vivo, como una trampa abierta en un pozo,
desde donde se puede oír el murmullo secreto de la tierra misma.
 

Anaïs Nin

au jardin du Blanchette bon dia bon sol, Blanquet

Cada vez que se cosecha habrá que sembrar de nuevo y aunque el pasado exista, se come cada día aunque se haya comido el día anterior. Se duerme, se  sueña  de nuevo,
because cal que neixin flors à cada instant al teu jardí.

..o casi un milagro

Oleo de Liliana Esperanza 

Sé por experiencia que, en la vida, sólo en contadísimas ocasiones
encontramos a alguien a quien podamos transmitir
nuestro estado de ánimo con exactitud,
alguien con quien podamos comunicarnos a la perfección.
Es una suerte, o casi un milagro, hallar a esa persona.
Seguro que muchos mueren sin haberla encontrado jamás.

Haruki Murakami. Sauce ciego mujer dormida

Gracias por este encuentro

no van a volver

                                                                                                                   

Ahora, en estas mañanas tan cansadas,
cuando ya he renunciado a pedir y a esperar,
con el jardín entero para mí,
para mi mal suntuosamente mío,
yo pienso en los amigos que no volveré a ver,
en las cosas queridas y perdidas,
en los amores perdidos...
en aquellos mis días de sol que no van a volver...

Vincenzo Cardarelli (1887-1959)

                                                                                                                                                                                     Rostro triste - Lourdes Capdet

Hablar

Hablar,hablaría, estaría hablando,
no paro de hablar por dentro,
no dejo de hablar,
y la cabeza me estalla
porque sé que no me oyes,
sé que hablo bajo
para no molestar a nadie

Háblame

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Háblame.

Al fin y al cabo mis sueños están hechos de palabras.
Tus palabras.
Las que nunca me has dicho y están vivas con fuerza de memoria verdadera;
vivas como en el fondo transparente las estrellas marinas.
Como el recuerdo tuyo que me sigue y voy llevándolo...
sin que lo aparte un cielo distinto, ni una ola,
ni siquiera la sombra de otro cuerpo.
Escucha... el mar enreda sus dedos verdes en los arrecifes.
Es como si tu voz estuviera buscándome sin encontrarme y sin que yo la encuentre.
Desde lejos viene a azotarme el rostro el silencio.

Maruja Vieira

¿existo?

 Rostro h. amarillo negro                                                                         Rossana Stagnaro Frias

 

Me siento perdida,
como si caminara por una neblina espesa que me quiere tragar (...)
No sé... a veces me parece que vivo otra vida,
que me enciendo y apago con un interruptor que no controlo...
 porque en verdad no existo. ¿Crees que existo?
¿No seré un sueño fabricado por un loco? ¿Dónde estoy?
Necesito a alguien que me indique la salida
de este espeso túnel en el que me encuentro.
¿Parezco feliz?... No, no te lo creas.
Las caras siempre mienten, esconden el alma de la gente,
todos llevamos una máscara para actuar en este circo:
el gran público, que también va fingiendo su cordura.
...pero a tí no puedo mentirte.
Estoy más sola que la propia soledad.
(...)
Algo me dice que tu tiempo es distinto al mío.
Que tú no estás como yo, hecha a pedazos.
Que no te toca cada noche recoger los trozos sueltos y pegarlos,
para salir a la calle como si nada...

 

Ángela Becerra. Lo que le falta al tiempo

melancolía

Y en su melancolía vivía sola la rosa blanca,
linda y ahojada,
sin una arruga,
limpia de vida,
elegante sobre la almohada,
elegante sobre la lluvia,
alargada como la sombra,como la playa en noche,
lucida en su seguir viviendo,
penando dulcemente

lo imprevisiblemente intevitable.

atravesando mares

Playa de Samil                                                                                                                Marta Moro

Y supe de repente que en un tiempo sin años ni relojes,
otro tiempo,
tus ojos y mis ojos se habían encontrado,
y esto de ahora no era más que un eco,
la ola que regresa atravesando mares,
hasta la antigua orilla.

 

Meira Delmar

a la deriva

A la deriva                                    Luis Enriquez Gómez

 

Aquellas imágenes le habían entrado por los ojos

como la instantánea percepción

de la felicidad absoluta y sin condiciones.
Se las llevaría consigo para siempre.

Porque es así como te fastidia la vida.
Te pilla cuando todavía tienes el alma adormecida
y siembra en su interior una imagen, o un olor, o un sonido

que después ya nunca puedes sacarte de encima.

Y aquélla era la felicidad.
Lo descubres después, cuando ya es demasiado tarde.
Y ya eres, para siempre, un exiliado:

a miles de kilómetros de aquella imagen, de aquel sonido, de aquel olor.

A la deriva.

Alesandro Barico. Tierras de Cristal

en sueños

Enamorados. Acuarela                                                                                                               Pascucci

  

La persona mas próxima a mí eres tu,
a quien sin embargo no veo desde hace tanto tiempo más que en sueños.

 

Ernesto Cardenal

 

Lo único que te cambiaría



Desnudo masculino. Carbón                                                                                                    Herrera

 

Ella lo miró largamente,

le recorrió el cuerpo desnudo de la cabeza a los pies,

como estudiándole las pecas y los poros,

y dijo:

Lo único que te cambiaría es el domicilio

Eduardo Galeano. Las trampas del tiempo